Desde pequeños, los niños toman decisiones: qué ropa quieren usar, con qué juguete quieren jugar, qué comida prefieren primero.
Aunque parezcan elecciones simples, cada una de ellas es una oportunidad para desarrollar algo profundo: el criterio propio, la autonomía, la confianza en sí mismos.
Enseñar a un hijo a tomar decisiones no es soltarlo al azar, ni dejar que elija todo sin guía. Tampoco es decidir siempre por él.
Es acompañar ese proceso, brindarle opciones adecuadas, enseñarle a pensar, a valorar consecuencias, a escuchar lo que siente y a confiar en su propia voz.
Comenzar con decisiones pequeñas
En el proceso de crianza, muchas veces los adultos queremos ver resultados rápidos: que los niños sean responsables, que aprendan a controlar sus emociones, que desarrollen hábitos saludables.
Sin embargo, el verdadero crecimiento no ocurre de un día para otro. Requiere tiempo, paciencia y, sobre todo, decisiones pequeñas y constantes que, con el tiempo, se transforman en grandes logros.
La importancia de lo pequeño en la infancia
Para un niño, cada acción cotidiana puede ser una oportunidad de aprendizaje.
Algo tan simple como recoger sus juguetes, saludar con cortesía o elegir su ropa puede parecer insignificante, pero en realidad es una forma de construir autonomía, disciplina y autoestima.
Comenzar con decisiones pequeñas les permite a los niños desarrollar habilidades sin sentirse abrumados.
Cuando les pedimos demasiado de una sola vez, es fácil que se frustren o pierdan la motivación. En cambio, cuando les damos metas pequeñas y alcanzables, se sienten capaces y motivados para seguir avanzando.
Decisiones pequeñas, grandes aprendizajes
Los hábitos positivos comienzan con acciones pequeñas repetidas todos los días. Por ejemplo:
Lavarse las manos antes de comer.
Guardar un solo juguete después de jugar.
Decidir qué fruta quieren comer de merienda.
Poner la ropa sucia en el cesto al final del día.
Pedir ayuda cuando no entienden algo.
Estas decisiones fomentan la independencia y les enseñan que son capaces de tomar el control sobre ciertas partes de su vida.
El rol del adulto: acompañar, no controlar
Los adultos tenemos la responsabilidad de guiar, pero no de imponer todo. Cuando permitimos que los niños participen en las pequeñas decisiones del día a día, les estamos diciendo: “Confío en ti. Tus decisiones importan.”
Por ejemplo, en lugar de ordenar “ponte esta ropa”, podemos preguntar: “¿Prefieres esta camiseta o aquella?” Así, les damos libertad dentro de un marco seguro, lo cual es fundamental para su desarrollo emocional.
Además, debemos tener paciencia. Tal vez hoy no logren vestirse solos, pero si cada día damos espacio para que lo intenten, en poco tiempo lo lograrán.
La frustración también enseña
Es importante entender que no todas las pequeñas decisiones llevarán al éxito inmediato.
Habrá errores, lágrimas, resistencias. Pero eso también es parte del aprendizaje.
Frustrarse, intentar otra vez, pedir ayuda: todo eso forma parte del crecimiento.
Conclusión
Comenzar con decisiones pequeñas en la crianza es sembrar semillas de confianza, responsabilidad y amor propio.
No hace falta esperar que los niños hagan todo perfecto. Lo que realmente importa es darles oportunidades para decidir, equivocarse, aprender y crecer poco a poco.
Porque en la infancia, como en la vida, los grandes cambios empiezan por pasos pequeños.
Dar opciones cerradas y adecuadas a su edad
Es importante que las decisiones que le ofrezcas estén dentro de un marco seguro y posible.
Si le preguntás “¿Qué querés comer?” y esperás que responda algo saludable, es probable que se frustre o elija lo que no conviene. En cambio, podés decir:
¿Quieres manzana o banana?
¿Te gustaría bañarte ahora o en 10 minutos?
¿Prefieres ordenar primero tus libros o tus juguetes?
Así sientes que lo estás acompañando, no controlando, y él se siente respetado sin verse sobrecargado.
Estas preguntas lo ayudan a conectar con sus emociones, a imaginar consecuencias y a desarrollar su criterio personal.
Enseñar que equivocarse también es parte de decidir
Uno de los mayores temores al tomar decisiones es equivocarse. Enseñale que el error no es un fracaso, sino una parte natural del proceso.
Puedes decir:
No salió como esperabas, pero fue valiente que lo intentaras
Todos aprendemos cuando nos equivocamos
Lo importante no es hacerlo perfecto, sino animarse a elegir
Esto le enseña a no paralizarse frente a la elección, y a confiar en su capacidad de aprender del camino.
Respetar sus elecciones cuando sea posible
Si le ofreciste decidir entre dos opciones y eligió una, es importante que respetes su decisión (salvo que haya algo inseguro o dañino). Si siempre modificás lo que elige, el mensaje que recibe es que su voz no tiene peso.
Claro que podés acompañarlo si después se arrepiente. Pero no hace falta evitarle toda consecuencia leve. Por ejemplo, si eligió una ropa incómoda, puede aprender de la experiencia sin necesidad de sentir que “se equivocó”.
Evitar decidir todo por él
A veces, por rapidez, por comodidad o por miedo, los adultos deciden todo por los niños: qué ponerse, qué hacer, con quién jugar, cómo actuar.
Pero si nunca tiene la oportunidad de elegir, difícilmente aprenda a hacerlo cuando lo necesite.
Permití espacios donde pueda elegir. Escuchá sus preferencias. Valorá sus decisiones, aunque sean distintas a las tuyas. Así aprende a conocerse, a confiar y a construir su identidad.
No usar la culpa para influenciar
Frases como “hacé esto por mí”, “mirá que me voy a poner triste si elegís eso” o “después no te quejes” pueden manipular emocionalmente al niño y dificultar su autonomía.
Es mejor acompañar con respeto:
Confío en que vas a elegir lo que sientas que es mejor
Estoy acá si necesitás pensar en voz alta
Pase lo que pase, vamos a aprender juntos
Así lo ayudás a sentirse libre y sostenido al mismo tiempo.
Compartir tus propios procesos de decisión
También podés mostrar cómo vos tomás decisiones, incluso las pequeñas:
Estoy eligiendo qué camino tomar, voy a pensar cuál es más rápido
Tengo que decidir si ir o no a esa reunión, voy a ver cómo me siento
A veces cuesta decidir, pero después me siento mejor cuando lo hago
Compartir tus dudas, tus elecciones y tus aprendizajes lo conecta con un modelo real y humano.
Celebrar la decisión, no solo el resultado
Cuando tu hijo elige algo con criterio, con reflexión, con sinceridad, es importante reconocer el proceso, no solo si “le fue bien”.
Me gustó cómo pensaste antes de decidir
Fue valiente elegir eso, aunque no sabías qué iba a pasar
Estás aprendiendo a escucharte, eso es muy importante
Esto refuerza la idea de que decidir no es acertar, sino elegir con conciencia.
Conclusión: decidir es crecer
Ayudar a tu hijo a tomar decisiones no es cargarlo con responsabilidades que no puede manejar, ni dejarlo solo con elecciones demasiado grandes.
Es acompañarlo, paso a paso, para que descubra que dentro suyo hay una voz que vale la pena escuchar. Que puede equivocarse y volver a intentar. Que su opinión importa. Que elegir también es una forma de cuidarse.
Cada vez que lo dejás pensar, cada vez que no apurás su respuesta, cada vez que lo ayudás a entender cómo se siente frente a una elección, estás sembrando algo enorme: la seguridad interna que lo va a acompañar toda la vida.
Porque aprender a decidir no es solo elegir entre A y B. Es construir identidad. Es confiar en la propia voz. Es crecer.