La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprender lo que alguien siente, aun cuando no estemos viviendo lo mismo. Es una habilidad que no se hereda, se aprende. Y como toda habilidad emocional, se construye desde la infancia, a través del ejemplo, la escucha, la validación de emociones y las experiencias compartidas.
Un niño empático no es un niño que siempre dice “sí” a todo, ni uno que nunca se enoja. Es un niño que puede reconocer sus emociones y también las de los demás. Que puede frenar antes de actuar, mirar al otro y elegir una respuesta más consciente y cuidadosa. En este artículo, te muestro cómo acompañar ese proceso.
Por qué es importante enseñar empatía desde pequeños
La empatía es clave para construir relaciones saludables. No solo en la infancia, sino también en la adolescencia, en el trabajo, en la vida en pareja y en la convivencia social. Un niño empático:
Comprende mejor a los demás
Desarrolla vínculos más respetuosos
Tolera mejor la frustración
Resuelve conflictos de forma más pacífica
Se vuelve más consciente del impacto de sus acciones
Además, cuando un niño es tratado con empatía, tiene más probabilidades de tratar a otros de la misma forma. Es un círculo que empieza por casa.
Nombrar y validar las emociones
El primer paso para desarrollar empatía es reconocer las propias emociones. Un niño que sabe decir “estoy triste”, “me da miedo esto”, “me enojé” tiene más herramientas para reconocer esas mismas emociones en los demás.
Podés acompañarlo diciendo:
Parece que estás frustrado porque no salió como querías
Te veo contento, ¿querés contarme qué te puso así?
Entiendo que estés enojado, a veces a mí también me pasa
Cuando validás sin juzgar, el niño se siente seguro para expresar lo que siente. Y ese es el punto de partida para poder mirar al otro.
Señalar lo que los demás sienten
Una forma sencilla de enseñar empatía es nombrar lo que pasa con los demás. No para forzar una reacción, sino para invitar a mirar:
Tu hermano está llorando, parece que se golpeó. ¿Querés ver si necesita algo?
Tu amiga se quedó callada. ¿Te parece que se sintió mal?
La señora del kiosco se sonrió cuando le diste las gracias
Estos comentarios cotidianos activan la capacidad del niño de prestar atención al mundo emocional de los otros.
Usar cuentos y juegos para explorar emociones
Las historias, los títeres, los juegos simbólicos son excelentes recursos para hablar sobre emociones. Después de leer un cuento, podés preguntar:
¿Cómo creés que se sintió ese personaje?
¿Vos qué habrías hecho en su lugar?
¿Te pasó alguna vez algo parecido?
Esto permite que el niño entrene su imaginación emocional, sin la presión de estar viviendo esa situación en la realidad.
No minimizar ni ridiculizar
Cuando un niño expresa algo emocional, evita respuestas como:
No llores por eso
Eso no es para tanto
Otra vez con lo mismo
Estas frases bloquean la conexión emocional y enseñan a reprimir. En cambio, podés decir:
A veces las cosas pequeñas también nos hacen sentir mucho
Lo que vos sentís es importante, aunque los demás no lo vean
Estoy acá para escucharte
Cuando el niño se siente respetado en su emoción, puede empezar a respetar la de los demás.
Enseñar con el ejemplo
Tu forma de tratar a los demás —y de tratarte a vos mismo— es una lección constante de empatía. Si hablás con amabilidad, si pedís disculpas cuando lastimás, si ayudás a alguien que necesita, el niño lo observa.
También es útil mostrar empatía con él:
Sé que fue un día largo, ¿querés que te abrace?
Veo que te frustraste, y eso es válido
No te salió como esperabas, y aún así seguiste intentando
Estas frases no solo alivian el momento, también siembran una forma de relacionarse con respeto y compasión.
No obligar a compartir o a ceder sin consentimiento
Muchas veces se confunde empatía con obediencia o sumisión. Forzar a un niño a dar un abrazo, a compartir un juguete si no quiere, o a “ser bueno” todo el tiempo puede tener el efecto contrario.
La empatía real se basa en el respeto mutuo. En enseñar que está bien decir “no” con amabilidad, que se puede ayudar sin dejar de cuidar los propios límites.
Podés decir:
Si querés ayudar, genial. Y si no, también está bien
¿Querés decirle algo lindo a tu amigo? Podés elegir cómo
Podemos cuidar al otro, pero también cuidarnos a nosotros
Esto enseña que la empatía no es renunciar a uno mismo, sino conectar desde el respeto.
Acompañar los conflictos con presencia
Cuando dos niños se pelean o discuten, es una gran oportunidad para practicar empatía. En lugar de solo retar, podés mediar desde las emociones:
¿Querés contarme qué pasó y cómo te sentiste?
¿Te diste cuenta cómo se sintió tu hermano cuando pasó eso?
¿Cómo podrías decirle lo que pensás sin herirlo?
No se trata de culpar, sino de ayudar a mirar. De convertir el conflicto en una oportunidad para aprender a ver al otro sin dejar de vernos.
Valorar los gestos empáticos
Cuando el niño tiene un gesto de empatía —ofrece algo, consuela, ayuda, escucha—, celebralo:
Me encantó cómo le preguntaste a tu amiga si estaba bien
Fue muy lindo que le hayas acercado su juguete cuando lloraba
Vi que lo escuchaste con atención, eso fue muy valioso
Reconocer estos actos refuerza el valor de mirar al otro, y genera placer en el vínculo.
Cuidar el entorno emocional
Un niño que vive en un ambiente donde hay gritos constantes, desprecios o violencia tiene más dificultad para conectar con la empatía. Porque antes de ver al otro, necesita protegerse.
Por eso, crear un entorno respetuoso, donde se validen las emociones, se hable con amabilidad y se priorice el vínculo, es la base para que la empatía florezca.
Conclusión: la empatía se aprende con amor
Enseñar empatía no es una lección teórica. Es una práctica diaria. Es la forma en que hablás, escuchás, corregís, jugás, sostenés. Es estar ahí, incluso cuando el niño se equivoca. Es mostrar que entender al otro no significa dejar de ser uno mismo, sino encontrar un puente entre los dos.
Cada vez que ayudás a tu hijo a mirar más allá de su emoción, cada vez que lo acompañás a reparar un vínculo, cada vez que vos también elegís la empatía en lugar de la reacción automática, estás sembrando algo enorme.
Porque la empatía es lo que hace que el mundo sea un poco más humano. Y vos, desde tu casa, desde tu forma de criar, estás enseñando al futuro a sentir.