La frustración es una emoción inevitable. Aparece cuando algo no sale como esperamos, cuando queremos algo que no conseguimos, cuando las cosas se complican o no están bajo nuestro control. Para los niños, que están descubriendo el mundo y sus propios límites, la frustración es una de las emociones más frecuentes… y también más difíciles de manejar.
Enseñar a un hijo a gestionar la frustración no significa evitarle todo lo que le pueda molestar. Significa acompañarlo a reconocer lo que siente, ofrecerle herramientas para calmarse y mostrarle que puede atravesar el malestar sin derrumbarse.
Qué pasa cuando un niño se frustra
Cuando un niño se frustra, puede reaccionar con enojo, llanto, gritos, silencio o incluso con rechazo a seguir intentando. Esto no es un “mal comportamiento”, sino una respuesta emocional intensa ante una situación que no puede manejar solo.
Frases como “no es para tanto”, “otra vez llorando por eso”, “no te enojes” no ayudan. Por el contrario, pueden hacer que el niño se sienta incomprendido, avergonzado o aún más fuera de control.
La frustración no se elimina con órdenes. Se acompaña con presencia y comprensión.
Validar la emoción sin juicio
El primer paso para ayudarlo es validar lo que siente. No hace falta estar de acuerdo con el motivo de su enojo. Basta con reconocerlo:
Entiendo que estás enojado porque no salió como querías
A veces las cosas no funcionan y eso molesta mucho
Te sentís mal porque querías ganar, ¿verdad?
Al validar la emoción, el niño se siente escuchado. Y eso ya comienza a calmarlo.
Enseñar que frustrarse es parte del camino
Muchos niños piensan que equivocarse o que algo no salga bien es un fracaso. Por eso se frustran tanto. Es importante enseñar que la frustración no significa que esté mal o que no pueda lograrlo, sino que está aprendiendo.
Podés decirle:
Estás aprendiendo algo nuevo, es normal que cueste
Equivocarse es parte de crecer
A veces no sale en el primer intento, y está bien
Esto le da permiso para seguir intentando sin exigirse tanto.
Poner nombre a lo que le pasa
Ayudarlo a identificar la emoción que está sintiendo es una herramienta poderosa. Cuando el niño puede decir “estoy frustrado” en lugar de gritar o romper algo, ya está dando un gran paso en su autorregulación.
Podés guiarlo así:
¿Te parece que eso que sentís es enojo o tristeza?
¿Querés decir con palabras lo que te molestó?
A veces nombrar lo que sentimos nos ayuda a entenderlo
Nombrar lo que pasa por dentro ayuda a ordenarse por fuera.
Dar herramientas para calmarse
Una vez reconocida la emoción, es momento de enseñarle formas de autorregularse. Algunas ideas:
Respirar juntos profundamente
Contar hasta 10 o caminar un rato
Abrazar un peluche
Dibujar lo que siente
Escuchar una canción tranquila
Podés decirle:
Vamos a respirar juntos para calmar este enojo
¿Querés hacer un dibujo de cómo te sentís?
Podemos salir un momento y volver después con más calma
Estas acciones le enseñan que puede actuar sobre lo que siente, sin negarlo ni explotar.
No solucionar todo por él
A veces, por evitar el mal momento, el adulto se apura a resolver todo: “bueno, hacelo como querés”, “tomá lo que pedís y ya está”. Pero si cada vez que el niño se frustra se le da lo que quiere, no aprende a tolerar la emoción.
Es mejor acompañar sin resolver todo:
Entiendo que te molesta, pero no puedo cambiar lo que pasó
Estoy acá si necesitás ayuda para seguir intentándolo
No siempre conseguimos lo que queremos, pero podemos aprender a sentirnos mejor igual
Esto le enseña que puede sentirse frustrado y seguir adelante.
Mostrar que los adultos también se frustran
Compartir tus propias experiencias de frustración, con honestidad y calma, lo ayuda a entender que no es el único al que le pasa.
Podés decir:
Hoy algo no salió como quería, y me sentí frustrado
A veces me enojo cuando las cosas no me salen, y respiro hondo para calmarme
Estoy aprendiendo, igual que tu
Esto lo humaniza, y le da un modelo real para observar.
Celebrar el intento, no solo el resultado
Muchos niños se frustran porque sienten que si no ganan o no les sale “perfecto”, no vale la pena. Cambiar el foco hacia el proceso es esencial.
Me encantó cómo lo intentaste, aunque fue difícil
Estabas muy enojado y lograste calmarte, eso es valioso
Seguiste probando aunque estabas frustrado, te felicito
Así aprende que lo importante no es solo el final, sino todo lo que vivió en el camino.
Establecer límites con respeto
Sentirse frustrado no justifica gritar, pegar o dañar cosas. Es importante dejar claro que todas las emociones son válidas, pero no cualquier conducta.
Puedes decir:
Entiendo tu enojo, pero no podemos gritar así
Está bien que estés frustrado, pero no se rompe lo que es de los demás
Puedes decir lo que te pasa sin lastimar
Esto le da contención emocional y también orientación.
Acompañar sin minimizar ni ridiculizar
Evitá frases como:
“Que exagerado”
“Eso no es para llorar”
“Deja de hacer drama”
Estas expresiones lo hacen sentir menospreciado. En cambio, tu presencia silenciosa, tu escucha, o un simple “estoy acá con vos” puede hacer mucho más.
Conclusión: frustrarse también es crecer
Enseñar a tu hijo a gestionar la frustración es acompañarlo a descubrir que no todo en la vida será fácil, pero que puede aprender a tolerar lo que no sale como quiere. Es ayudarlo a ver que sus emociones no lo definen, que puede sentir y al mismo tiempo elegir cómo actuar.
No se trata de evitarle toda incomodidad, sino de enseñarle a pasar por ella sin perder la calma, sin perderse a sí mismo. Con tu mirada presente, tu validación sincera y tu guía amorosa, la frustración dejará de ser un monstruo, y se convertirá en una maestra más del camin