Los berrinches o rabietas son una etapa natural en el desarrollo infantil. Aunque pueden ser frustrantes para los padres, son una oportunidad para enseñar a los niños sobre sus emociones, establecer límites saludables y fortalecer el vínculo emocional. Entender el origen de los berrinches y aprender a manejarlos de manera respetuosa y efectiva marca una gran diferencia en la forma en que los niños crecen emocionalmente.
¿Por qué ocurren los berrinches?
Los berrinches suelen aparecer entre los 1 y 4 años de edad, cuando los niños comienzan a desarrollar su autonomía pero aún no tienen las herramientas para regular sus emociones o expresar lo que sienten con claridad. En estos momentos, el llanto, los gritos, tirarse al suelo o lanzar objetos son formas de manifestar frustración, cansancio, hambre o simplemente la necesidad de atención.
Es importante saber que los berrinches no son una manipulación consciente. Son reacciones normales de un cerebro inmaduro que todavía está aprendiendo a gestionar emociones intensas.
Mantén la calma: tu actitud importa
Cuando un niño hace un berrinche, lo primero que necesita es un adulto que mantenga la calma. Si respondes con gritos, amenazas o enojo, solo aumentarás la intensidad del conflicto. En cambio, si mantienes una actitud tranquila y segura, le das al niño un ancla emocional para volver a su centro.
Respira profundo, baja el tono de voz y habla con firmeza pero sin agresividad. Tu presencia serena es el primer paso para desactivar la tormenta emocional del niño.
Valida sus emociones
Aunque no estés de acuerdo con la reacción del niño, es importante reconocer lo que siente. Validar no significa permitir todo, sino hacerle saber que sus emociones tienen un espacio seguro. Puedes decir:
- “Veo que estás muy enojado porque no te compré el juguete”
- “Entiendo que querías quedarte más tiempo en el parque”
- “Estás frustrado porque no te salió bien ese dibujo, ¿verdad?”
Cuando un niño se siente escuchado, disminuye su necesidad de gritar o protestar.
Establece límites con respeto
Es completamente válido decir “no”, pero es importante cómo lo decimos. En lugar de gritar o usar amenazas, puedes establecer el límite de forma clara, con voz firme y sin perder la conexión emocional:
- “Sé que querías más galletas, pero ya comimos suficiente. Podemos guardar unas para mañana”
- “No vamos a comprar eso hoy. Entiendo que estés molesto, pero no cambiaremos de decisión”
Ser coherente con los límites ayuda al niño a sentirse seguro, incluso si no le gusta la respuesta.
Ofrece opciones limitadas
Muchas veces los berrinches ocurren porque el niño siente que no tiene control sobre lo que sucede. Darle pequeñas opciones le permite participar en las decisiones y reduce su frustración. Por ejemplo:
- “¿Quieres cepillarte los dientes antes o después de ponerte el pijama?”
- “¿Prefieres llevar tu camión o tu libro al parque?”
Las opciones deben ser reales y aceptables para ti como adulto. Esto evita luchas innecesarias de poder.
Acompaña sin ceder
En medio del berrinche, el niño necesita saber que estás ahí, aunque no estés de acuerdo con su comportamiento. Puedes acercarte, sentarte cerca, hablar en voz baja o simplemente decir: “Estoy aquí cuando quieras un abrazo”.
No se trata de ceder al berrinche para que se calle, sino de mostrar que el amor y la presencia no dependen del buen comportamiento. Esto fortalece el vínculo emocional y le enseña al niño que puede confiar en ti incluso cuando se equivoca.
Evita recompensar la conducta
Si cedes a lo que el niño quiere durante el berrinche (como comprarle algo solo para que deje de llorar), el mensaje que recibe es que ese comportamiento funciona. En lugar de aprender a regularse, aprenderá a repetir la conducta para obtener lo que desea.
La clave es ser empático, pero firme. Puedes consolarlo, contenerlo y ayudarlo a calmarse, pero sin modificar los límites previamente establecidos.
Reflexiona después del berrinche
Una vez que el niño esté tranquilo, es momento de hablar sobre lo que ocurrió. No se trata de sermonear, sino de ayudarlo a poner palabras a lo que sintió y a pensar en otras formas de reaccionar. Puedes decir:
- “Cuando estés muy enojado, puedes decirme con palabras. Gritar no ayuda”
- “¿Qué podrías hacer la próxima vez que algo no te guste?”
- “Vamos a buscar juntos una manera de resolverlo mejor”
Estas conversaciones refuerzan habilidades como el autocontrol, la empatía y la resolución de conflictos.
Anticipa situaciones difíciles
Si sabes que ciertas situaciones suelen generar berrinches (como ir al supermercado, dejar de jugar, o irse de una fiesta), prepárate con anticipación:
- Explica lo que va a pasar
- Establece expectativas claras (“Hoy no compraremos juguetes”)
- Usa rutinas visuales o recordatorios
- Lleva objetos de transición (un peluche, un libro, etc.)
La anticipación reduce la ansiedad y ayuda al niño a sentirse más preparado para lo que viene.
Cuida tu bienestar emocional
Lidiar con berrinches frecuentes puede ser agotador. Por eso, también necesitas cuidar de ti. Busca momentos para descansar, hablar con otros adultos, compartir experiencias con otros padres o simplemente darte un respiro.
Un adulto emocionalmente equilibrado tiene más recursos para acompañar a un niño en medio de una tormenta emocional. Recuerda que educar es una tarea compartida, no una carga que debes llevar solo.
Ten paciencia: es un proceso
Aprender a gestionar los berrinches lleva tiempo, tanto para el niño como para el adulto. No esperes resultados inmediatos. Lo importante es construir, día a día, un vínculo basado en el respeto, la escucha y la contención emocional.
Cada vez que eliges acompañar en lugar de castigar, enseñar en lugar de imponer y conectar en lugar de rechazar, estás sembrando semillas de inteligencia emocional y seguridad en tu hijo.